martes, 20 de marzo de 2018

 EN EL CORAZÓN DEL MAR (II)

"La historia real que el escritor de Moby-Dick
 Herman Melville no se atrevió a contar" 
(y un liderazgo mal entendido)

 En la primer parte dejábamos al Essex hundiéndose mientras toda la tripulación "se ponía a salvo" en los botes balleneros. Pero encontrándose aquellos hombres a dos mil millas náuticas de tierra y en una zona del océano donde habitualmente no había rutas comerciales, y menos en aquella época, creo que no es necesario explicar mucho que la cosa no pintaba bien. Y aunque decidieron con buen criterio racionar las escasas provisiones que pudieron salvar en el naufragio, consistentes en poco más de doscientos setenta kilos de una especie de galleta, algunas tortugas, y varios toneles de agua, debido ello no ta sólo a que la mayor parte de las provisiones estaban en la bodega inferior que anegada por las vías de agua era inaccesible, sino al limitado espacio con que contaban en los pequeños botes, con el racionamiento calcularon que tendrían para dos meses a razón de un cuarto de kilo de galleta, y litro y medio de agua, por hombre y día, lo que dado la enorme distancia a la que estaban, podía aún no ser suficiente garantía, aunque como veremos en breve aún quedaba otro importante y fundamental detalle a considerar...


   En cuanto a herramientas contaban con casi un kilo de clavos, dos pistolas, un mosquete y un barril de pólvora, además de los arpones, y con las vergas de los mástiles y las velas del barco naufragado, armaron velas para las balleneras. A cada una de ellas le añadieron dos palos cortos, dos velas tarquinas, y un foque, y a última hora comprendieron que necesitaban además modificar los botes dotándoles de más resistencia y altura para resistir durante tantos días los envites del océano, para lo que utilizaron de los restos del naufragio tablones de cedro elevando los costados, lo que como posteriormente se vio resultó todo un acierto para en los días venideros evitar una mayor entrada de agua. Así mismo decidieron colocar la comida en la popa envuelta en varias capas de lona para preservarla lo más lejos posible de las olas que rompían en la proa y así evitar que se estropeara con el agua salada.



  Y una vez acondicionados los botes, llegó el momento de trazar un plan y decidir hacia donde dirigirse. La última comprobación que habían efectuado les indicó que las corrientes les habían situado a diecinueve millas más hacia el norte y que durante la anterior noche habían sobrepasado el ecuador. Los dos oficiales reunidos conjuntamente en un bote, Pollard y Chase, ante sus dos ejemplares del Navigator de Bowditch(1), debatieron sobre sus opciones, muy limitadas por las pequeñas velas de sus igualmente pequeñas embarcaciones ¿Retroceder más de dos mil millas hacia las Galápagos y el sur de América y enfrentarse a los vientos alisisos del sureste, además de la fuerte corriente del oeste? ¿O hacia el oeste entorno a mil doscientas millas donde estaban las islas Marquesas? Pero en aquellos tiempos en estas últimas aún eran muchos los que consideraban que sus pobladores nativos practicaban el canibalismo, Georg H. von Langsdorff(2), que arribó a las islas en 1804 contó que sus nativos encontraban la carne humana tan deliciosa que a quienes la habían probado ya les costaba abstenerse de su consumo, aunque los antropólogos de nuestros tiempos tal hecho nunca lo han podido confirmar. Varios cientos de millas al sur de las Marquesas se encontraba el archipiélago de Tuamotú, que igualmente por los mismos motivos no gozaba de buena reputación entre los marinos norteamericanos, y más al oeste, a unas dos mil millas, las islas de la Sociedad, que Pollard consideraba una posibilidad más segura que las Marquesas, y a las que con algo de suerte en un mes podrían arribar. Y por último quedaba la opción de las islas Hawái, más de dos mil millas al noroeste, a las que Pollard temía porque hacia finales del otoño se suponían frecuentes las tormentas en esa región del Pacífico, por lo que para él lo mejor era que navegaran hacia las islas de la Sociedad. 


The New American Practical Navigator de Nathaniel Bowditch

 Pero tanto Chase, como Joy consideraban que sobre ellas la información era escasa, y que del mismo modo que en las Marquesas, lo habitual sería que sus pobladores nativos gustaran de la costumbre del canibalismo, y proponían aún con el inconveniente de los vientos alisios navegar hacia el sur hasta los 26º de latitud para buscando otros vientos ir posteriormente hacia Chile o Perú, lo que estimaban les llevaría unos dos meses, para lo que tenían provisiones, añadiendo además la posibilidad de cruzarse con algún barco ballenero que si eran más frecuentes en esa zona. Pollard pese a no estar muy conforme con este plan, finalmente cedió a sus pretensiones (eran dos contra uno), lo que sin que todos los supieran en aquel momento, fue un grave error. 

 Puede resultar difícil de creer que los marineros de Nanctucket en realidad desconocieran el Océano Pacífico hasta ese extremo después de décadas de navegación por él. Desde primeros de siglo los mercantes que cruzaban el océano a China desde los puertos de Nueva York, Salem y Boston, hacían frecuentes escalas tanto en Hawái, como en las Marquesas cuando lo cruzaban hacia Cantón, y pese a los continuos rumores de canibalismo que por entonces había, era igualmente fácil encontrar fuentes fiables que los desmentían. El capitán Townsend, del Lion, meses antes de que el Essex zarpara, regresó con tres nativos de la isla de Nuku Hiva,  la más grande de las islas Marquesas, y contó que la tranquilidad reinaba en las islas desde la visita del capitán David Porter durante la guerra de 1812, todo ello en detalle se publicó en un artículo en el periódico New Bedford Mercury de Bristol (Massachusetts), artículo que todo parece indicar los oficiales desconocían. Pero es que su ignorancia de las islas Sociedad, es aún más sorprendente, desde 1979 existía en la isla de Tahití una próspera misión inglesa, con incluso una enorme capilla mayor que cualquiera de las de Nantucket.


  La explicación más plausible de este modo de proceder está en el tremendo conservadurismo de los marinos de Nantucket de por aquél entonces, que tendían a rechazar todo aquello que no viniera de su propia experiencia y tradiciones, además de su ciega confianza en sus propias capacidades como curtidos hombres de la mar, aspectos que los habían encumbrado en la industria ballenera, y cierto es que las tripulaciones de estos balleneros estaba considerado que iban dotadas con algunos de los hombres más reputados que alguien podía contar, para además de enfrentarse a la mar durante muchos meses o incluso años, acometer las exigentes tareas que se demandaban en aquellos barcos. Sólo así se puede entender, en esa mezcla "de ignorancia" y de bravura que rayaba la insolencia, que decidieran aventurarse a pasar el doble de tiempo en sus apreciadas balleneras escogiendo la ruta más larga y difícil, e intentar volver a lo que para ellos era "terreno conocido", considerando que si bien era un enorme reto, para nada era inasumible. Los grandes desafios de la pesca del cachalote habían dotado a los marinos de Nantucket con una gran capacidad de resistencia al peligro y al sufrimiento, y sus balleneras aún estando muy lejos de las capacidades del Essex, no eran meros botes salvavidas, eran embarcaciones concebidas para navegar eficazmente en alta mar, construidas con finos tablones de cedro y muy ligeras, que tenían una destacada flotabilidad.


   Pero además de todo ello, la personalidad del joven capitán y de sus aún más jóvenes oficiales, resultaron decisivas en las decisiones finalmente adoptadas, Pollard para nada era inconsciente de su posible error, pero en lugar de imponer su autoridad para según su buen criterio tomar la ruta de las islas de la Sociedad, optó por ejercer un tipo de liderazgo conocido en el ámbito psicológico social como "liderazgo democrático", permitiendo a sus subordinados tomar decisiones vinculantes para el grupo, en vez de ejercer un tipo de liderazgo conocido como "liderazgo autocrático" (mucho más propio de su cargo y función y algo del todo aceptado y exigido por los armadores al buscar un capitán con las dotes aconsejables de mando para el barco) y que según los psicólogos especializados en supervivencia es mucho más apropiado en los primeros instantes que tienen lugar después de un desastre en los que las decisiones deben tomarse con rapidez y firmeza.

 Y es que es un error frecuente y muy extendido, creer entre los aficionados al estudio de la supervivencia, que el tipo de liderazgo más apropiado en las situaciones de supervivencia grupal es el del "liderazgo democrático", aquél en el que de forma común todo el grupo participa y de cuyo resultado por ejemplo se toma una decisión mayoritaria o consensuada, lo que no pocas veces ha tenido consecuencias nefastas para sus miembros. Generalmente es a posteriori cuando las situaciones de supervivencia se prolongan sin una finalización inminente, cuando adquieren suma importancia las habilidades de liderazgo social y cuando se debe integrar a todos los miembros para así poder mantener la moral. Por eso siempre se ha de mantener una actitud flexible y nunca previamente condicionada, abierta a estudiar de modo conveniente cada situación en concreto, si ya la psicología de la supervivencia es mal comprendida e interpretada a nivel individual aún a día de hoy, a nivel grupal es todavía muchísimo más complicada y mas desconocida, y lo que debe siempre primar en los modos de actuación es el bienestar y la supervivencia del grupo, incluso como es lógico, independientemente de lo políticamente incorrectos que estos modos puedan parecer.


 Así que como consecuencia de todo ello, los hombres del Essex se dirigieron hacia América del Sur, pero lo que presumían una empresa razonable, con el paso de los días y de navegar en aquellas condiciones, comenzó a convertirse poco a poco en una cada vez más cruenta situación de supervivencia, cuando ya hacía varias semanas del naufrágio y sin ver tierra, y los hombres se encontraban ya atormentados por el hambre y la sed, además de medio ciegos debido al sol y su reflejo en el mar. El 19 de diciembre, al punto de cumplirse un mes a bordo de las balleneras, varios de los hombres ya se estaban dando por derrotados y su deplorable aspecto físico y mental no hacía presagiar nada bueno, pudiendo ya incluso fallecer alguno de ellos en unos pocos días, cuando uno de ellos se levantó para estirar un poco las agarrotadas piernas, y mirando a sotavento exclamó "Tierra a la vista", lo que hizo que automáticamente todos despertaran de su letargo, ante sus ojos por fin aparecía algo más que mar. Como luego estimaron al llegar a la playa y hacer los cálculos pertinentes, al parecer se encontraban en la isla de Ducie, después de un mes y unas mil quinientas millas, estaban más lejos de las ansiadas costas del sur de América, que antes de la partida, y como luego también descubrirían, aquella isla tampoco resultaría ser lo que la mayoría deseaban...




Continuará...

Saludos.
  1. Nathaniel Bowditch ( / b aʊ d ɪ tʃ / ; 26 marzo 1773 hasta 16 marzo 1838) fue un matemático recordado por sus trabajos sobre la navegación el océano. A menudo se le acredita como el fundador de la navegación marítima moderna; su libro The New American Practical Navigator, publicado por primera vez en 1802, de publicación continua y ampliada desde entonces, todavía se lleva a bordo de todos los buques de la Marina estadounidense. 
  2. Georg Heinrich von Langsdorff, barón de Langsdorff; (Wollstein, Alemania, 8 de abril 1774 - Friburgo de Brisgovia, 29 de junio 1852) fue un aristócrata prusiano, médico, político y naturalista. Vivió en Rusia yf ue miembro correspondiente de la Academia Imperial Rusa de Ciencias y un respetado físico, graduado en medicina e historia natural en la Universidad de Göttingen, Alemania. Langsdorff, primero participó como naturalista y médico en la mayor expedición rusa que circunnavegó el globo comandada por Ivan Fedorovich Kruzenshtern, entre 1803 y 1805. Dejó la expedición en Kamchatka y exploró las islas Aleutianas, isla Kodiak e isla Sitka y llegó a San Francisco, desde donde regresó en barco a Siberia y desde allí, por tierra, hasta San Petersburgo, llegando en 1808.
Bibliografía: 
En el corazón del mar - Nathaniel Philbrick (Seix Barral Colección: Biblioteca Formentor)
Wikipedia

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